El Museo Nacional de la Memoria debería ser símbolo de reparación de las víctimas del conflicto armado, pero es referente de las agresiones que representan los egos, la negligencia y el olvido. Aunque su construcción comenzó en 2020 y su inauguración estaba proyectada para 2022, hoy está en riesgo de convertirse en un elefante blanco.
Tras las polisombras que rodean el edificio, cuya obra está abandonada hace meses, hay un aviso decadente que señala que en ese lugar —en la 34 con 26, al lado del Concejo de Bogotá— “se construye territorio”, pero se construye sobre los cimientos de la polarización y del descuido.
La idea de hacer este museo surgió en 2015, cuando Prosperidad Social lanzó el concurso para su diseño a través de la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Este lo ganaron en franca lid la firma colombiana Pacheco Estudio de Arquitectura y el estudio español Entresitio, los cuales entregaron en el segundo semestre de 2018 los estudios técnicos, el diseño y las licencias de construcción.
Durante el gobierno de Iván Duque, al Museo se le aplicó la misma desidia que a la paz. El proyecto fue adjudicado a la empresa Obrascón Huarte Laín (OHL) por la Agencia Nacional Inmobiliaria Virgilio Barco en septiembre de 2020. Como la obra poco les importaba a los negacionistas del conflicto, se le hizo poco seguimiento. Tras tres multas impuestas por la ANIM y su negativa a recibir la obra, OHL dejó abandonado el proyecto en 2022 y con $70.000 millones invertidos.
Con la llegada de Petro se dispusieron nuevos recursos para terminar el Museo. “La plata está”, dice un funcionario administrativo del Centro de Memoria. No obstante, la obra se enfrenta ahora a los egos de la directora de esa entidad, María Gaitán, quien se quitó su primer apellido en notaría para quedar con el de su abuelo, Jorge Eliécer.
La directora insiste en cambiar los diseños originales a pesar de que estos —independientemente de las valoraciones estéticas— responden a un concurso para una obra de la que también hace parte un equipamiento público, hoy deteriorado por las demoras. Quienes trabajan con ella dicen que su inspiración es su abuelo, cuyo nombre quisiera incluir entre los de las víctimas que estarían en uno de los espacios del diseño original. Esto implicaría además otra narrativa, puesto que a Gaitán lo mataron en 1948 y, al menos para la academia, el conflicto armado tuvo su origen diez años después.
Cambiar los diseños del Museo sería una afrenta a las víctimas y a la ciudad. La Fundación Alejandro Otero ya pidió amparar el Ala Solar, obra de este autor, deteriorada por los escombros de la obra, y los espacios y andenes esperan ser dignificados.
El Museo de la Memoria estaba pensado para ser un lugar en el que el país “pueda encontrar claves que le permitan leer críticamente su pasado y construir las condiciones de un nuevo porvenir”. Si se sigue insistiendo en no concluir el edificio, esta vez por hacer adecuaciones sacadas del sombrero, ese pasado será el de los egos, el desdén y la politiquería. Hoy, en el Museo de la Memoria, solo hay olvido y abandono.
2024-07-14T05:08:32Z