Para cualquier extranjero que visite España, hay algo que sorprende de inmediato: los horarios de las comidas. Mientras en gran parte de Europa la cena se sirve entre las 18:00 y las 20:00, en España es común que no empiece hasta las 21:00 o incluso las 22:00. Esta costumbre choca con la rigidez horaria de países como Alemania o el Reino Unido, donde a las 19:00 muchos ya han terminado de cenar y están en el sofá viendo la televisión o preparándose para dormir. En cambio, en España, especialmente debido a los horarios laborales y una vida nocturna más intensa, cenar tarde forma parte del ritual social, especialmente en verano, cuando las terrazas se llenan bien entrada la noche. Pero, ¿qué implicaciones tiene esta costumbre tan arraigada en nuestra salud?
Nuestro cuerpo funciona en sintonía con ritmos circadianos, ciclos de 24 horas que regulan funciones vitales como el sueño, la liberación de hormonas y el metabolismo. Alterar estos ritmos puede tener consecuencias significativas. Estudios recientes, como los publicados en la prestigiosa revista científica Nature, han demostrado que el momento en que ingerimos alimentos influye directamente en nuestra salud metabólica. Por ejemplo, consumir la mayor parte de la ingesta calórica diaria después de las 17:00 horas se asocia con niveles más altos de glucosa, lo que aumenta el riesgo de prediabetes y obesidad.
Cenar tarde no solo afecta nuestros ritmos internos, sino que también influye en la forma en que nuestro cuerpo procesa los nutrientes. Investigaciones han revelado que las personas que comen más tarde tienden a perder menos peso y presentan una peor tolerancia a la glucosa. Además, retrasar todas las comidas del día puede llevar a un mayor peso corporal, concentraciones superiores de triglicéridos y una menor sensibilidad a la insulina. Expertos en longevidad, como Valter Longo y Adam Collins, recomiendan cenar al menos tres horas antes de acostarse y mantener un ayuno nocturno de 12 horas entre la cena y el desayuno. Esta práctica favorece la regulación de la glucosa, mejora la calidad del sueño y optimiza el metabolismo.
El proceso digestivo requiere energía y activa nuestro organismo, lo que puede interferir con la calidad del sueño si comemos justo antes de acostarnos. Cenar dentro de las tres horas previas al sueño puede agravar los síntomas de acidez estomacal o reflujo ácido, dificultando un descanso reparador.
Más allá de las molestias inmediatas, cenar tarde se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas. Estudios epidemiológicos han encontrado una asociación entre comer tarde y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, como accidentes cerebrovasculares e insuficiencia cardíaca.
Aunque la tradición española de cenar tarde forma parte de nuestra cultura, es esencial reconsiderar este hábito a la luz de las evidencias científicas. Adelantar la hora de la cena y permitir que nuestro cuerpo descanse y se recupere durante la noche puede ser una inversión valiosa en nuestra salud a largo plazo. Y tú ¿a que hora sueles cenar?, ¿conocías estos riesgos asociados a cenar tarde?. Cuéntanos en comentarios :)