TURISMOFOBIA

Editorial

Turismofobia

La ruta ideal siempre será la de un turismo responsable, respetuoso y sostenible que beneficie por igual a viajeros y anfitriones.

Editorial .

Ante la avalancha de turistas que visitan sus playas, iglesias, museos y monumentos, algunas localidades europeas están invocando ese dicho que dice “bueno es cilantro, pero no tanto”. El exceso de turismo, alegan, perturba la vida cotidiana, infla los precios y destruye la identidad regional.

Salvo que se fuera aventurero, explorador o miembro privilegiado de la más encumbrada élite social, hasta hace unos siglos no se viajaba tanto. Eso cambió con el tren y el barco a vapor, y luego con el aeroplano y el carro particular. El poder adquisitivo de las clases medias y la institucionalización de las vacaciones pagas multiplicaron, a su vez, el número de personas con posibilidad de viajar por diversión. Y, más recientemente, las aerolíneas low-cost y los alquileres tipo Airbnb hicieron explotar el turismo, al tiempo que las redes sociales servían de vitrina para convertir el viaje en símbolo de estatus.

Pero, como es lógico, algunos parajes son más populares que otros. Los más apetecidos comienzan a sentir la abundancia de turistas como una molestia. Barcelona, en particular, ha sido pionera en el debate acerca de cuánto turismo es bueno y cuánto es demasiado.

Las cosas han llegado al antipático punto de una protesta con pistolas de agua en una calle de esa ciudad, que dejó el saldo de varios viajeros empapados. No es, por supuesto, la manera de encarar el problema. Las regiones que se sientan agobiadas por los visitantes pueden buscar mecanismos, como los cupos o la ampliación de la infraestructura, para mitigar su impacto, si así lo consideran. Pero jamás llegar hasta el extremo de la agresión. El visitante, al fin y al cabo, honra a quien lo acoge. Quien se molesta en ir a otro lugar es porque siente amor, admiración o curiosidad por ese destino.

Vale decir también que hay otros lugares en los cuales sus comunidades esperan con ansias esta avalancha de turistas en función de lo que representa para su economía. En ambos casos, la ruta ideal siempre será la de un turismo responsable, respetuoso y sostenible que beneficie por igual a viajeros y anfitriones.

Editorial .

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